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El Mundo

COVID-19: Una Crisis Con Rostro De Mujer

“La de covid-19 es una crisis con rostro de mujer”, declaró, indignado, António Guterres, secretario general de la ONU, al inaugurar el 65 periodo de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, el pasado 15 de marzo.

No se pueden definir de manera más contundente los impactos colaterales de la crisis generada por la pandemia de covid-19 sobre la situación de las mujeres en el mundo entero.

Aun si su tasa de mortandad debido a esa nueva enfermedad es inferior a la de los hombres, son las mujeres las que pagan el precio más alto de esa crisis y lo seguirán pagando después de que se venza al virus.

“Se corre el riesgo de perder en un año de pandemia décadas de avance hacia la igualdad entre hombres y mujeres”, advierten los autores de Igualdad de género en tiempos de covid, un informe de ONU Mujeres publicado en septiembre pasado.

Antes de la pandemia, los expertos de las Naciones Unidas calculaban que se iba a necesitar un siglo para lograr esa paridad, hoy hablan de 136.5 años. Sin ser profética, esa cifra da la medida de un retroceso alarmante.

Pandemia oculta

Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres, denuncia una “pandemia oculta” o una “pandemia fantasma”.

“Las repercusiones del covid-19 ponen de manifiesto lo profundamente arraigada que está la desigualdad de género en todos los sistemas políticos, sociales y económicos del planeta”, siguió acusando Guterres antes de recordar que las mujeres “representan 70% del personal sanitario mundial y ocupan la mayoría de los puestos de trabajo en los sectores más afectados por la pandemia, al tiempo que globalmente tienen 24% más probabilidades de perder su empleo que los hombres y sus ingresos podrían disminuir 50% más”.

La organización internacional Oxfam subraya que a escala mundial las mujeres perdieron más de 64 millones de empleos en 2020 a causa de la crisis provocada por la pandemia, lo que implica una pérdida de ingresos de un mínimo de 800 mil millones de dólares.

La ONG especifica que estas cifras sólo corresponden al trabajo femenino del sector formal y no toma en cuenta las pérdidas que afectan a las 740 millones de mujeres que ganan su vida en la economía informal. La mayoría de ellas –entre 75% en los países en desarrollo y 92% en los países de muy bajos ingresos– tiene empleos precarios que muchas no pudieron conservar o que conservaron de forma intermitente –en numerosos casos para poder atender a sus hijos privados de escuela–, hundiéndose aún más en la miseria.

Según cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 47 millones de mujeres y niñas cayeron en la pobreza extrema en 2020.

“Estos datos resultan desgarradores porque es una terrible marcha atrás después de años de baja progresiva en las tasas de pobreza”, lamentan los investigadores de ONU Mujeres antes de recalcar que, mientras más se tarde en controlar la pandemia en el ámbito mundial, más se degradará la situación.

Triple jornada

Los países ricos no escapan al auge de la pobreza generada por la pandemia. Prueba de ello es lo que pasa en Francia. Las ONG que administran los Bancos Alimentarios –una red de distribución gratuita de víveres que cubre todo el territorio nacional– llevan meses alertando sobre la creciente precariedad de la población gala. Explican que, a partir del primer confinamiento, en marzo de 2020, el número de franceses que necesitaron su ayuda creció 25% y que no deja de aumentar. Prevén que alcanzará 8 millones antes del fin de 2021.

Una encuesta realizada a principios de año revela que 70% de los que acuden a los centros de distribución de víveres son mujeres que viven solas con sus hijos. Una parte de ellas tiene empleos mal remunerados, otras perdieron su trabajo a raíz de la crisis. 

“Datos más precisos empiezan a publicarse a escala internacional –resalta Oxfam– y eso permite saber lo que pasa por ejemplo en Estados Unidos. El National Women’s Law Center, destacado centro de investigación con sede en Washington, calcula que desde el inicio de la pandemia las estadounidenses perdieron 5.4 millones de empleos y señalan que a principios del año 2 millones de ellas se habían apartado de la población activa”.

En su primer discurso ante el Congreso, el pasado 28 de abril, el presidente estadunidense Joe Biden mencionó una cifra mucho más alta. Insistió en que 3.7 millones de sus compatriotas femeninas habían abandonado el mercado de trabajo “debido a responsabilidades domésticas suplementarias”.

Aún faltan investigaciones internacionales para medir la amplitud de esa sobrecarga de trabajo que el covid-19 y los confinamientos impusieron a las mujeres. En todo el planeta decenas de millones de madres de familia tuvieron que asumir una triple jornada de trabajo: además de cumplir su oficio a distancia, se desempeñaron como asistentes escolares con sus hijos al tiempo que cargaron con las tareas del hogar.

El Instituto Nacional de Estadísticas e Investigación Económicas de Francia (Insee) revela que entre marzo y abril de 2020, en el momento más álgido del confinamiento, 43% de las mujeres dedicaron seis horas diarias a sus hijos sin descuidar sus tareas profesionales y domésticas, mientras que 30% de los padres pasaron el mismo tiempo con los niños y “ayudaron” en el hogar.

En su discurso del pasado 15 de marzo, el secretario general de la ONU insistió en la “infrarrepresentación” de las mujeres en la política en todo el orbe y acusó a los hombres de haber aprovechado “la pandemia para seguir acaparando el poder de decisión”. Refiriéndose a una investigación reciente realizada en 87 países, Guterres destacó que 85% de los grupos oficiales de trabajo sobre la pandemia estaban integrados esencialmente por hombres.

Y agregó: “Si se analiza la cobertura mediática mundial de la crisis de covid, se constata que los expertos consultados son cinco veces más numerosos que sus homólogas (…) Es tiempo de preguntarse lo que significa realmente ese desequilibrio. Cuando las mujeres no participan en la toma de decisiones lógicamente vemos el mundo desde un ángulo”.

Y, por lo tanto, según Guterres, los modelos económicos que prevalecen en el mundo no consideran el trabajo doméstico como una labor productiva, no se actúa con determinación para garantizar a las mujeres el acceso pleno a servicios y derechos de salud sexual y reproductiva, se gastan miles de millones de dólares en armas al tiempo que se desatienden las violencias infligidas a las mujeres.

Todas las violencias

Tal como lo señala el secretario general de la ONU, una de las consecuencias más trágicas de la pandemia es precisamente el incremento de esas violencias en todos los países del orbe.

Los datos publicados por ONU Mujeres antes de la pandemia ya eran impactantes. Revelaban que 35% de las mujeres en el mundo sufrían violencias físicas o sexuales por parte de un compañero íntimo o agresiones sexuales cometidas por otras personas y que la cuarta parte de las víctimas de estos abusos tenían entre 15 y 24 años.

“Si se toma en cuenta el alto grado de estigmatización que impide que las mujeres y las adolescentes afectadas denuncien los hechos, es probable que en la práctica estas cifras sean más altas”, subrayaron los expertos de las Naciones Unidas antes de recordar que las investigaciones realizadas durante 2017 en 106 países habían permitido establecer que cada día 137 mujeres fueron ultimadas en el marco familiar.

“De las 87 mil mujeres asesinadas, 50 mil lo fueron por su pareja o un miembro de su familia y 30 mil por su excompañero íntimo”, precisaron.

También mencionaron que en 2019 más de 243 millones de mujeres y adolescentes entre 15 y 49 años sufrieron violencia física o sexual por parte de sus parejas.

Actualmente estos mismos expertos explican que los datos de 2020 que están recopilando y analizando evidencian un fuerte crecimiento de violencias domésticas en todas partes como consecuencia de los confinamientos. Éstas aumentaron 22% en Brasil, 25% en Argentina, 29% en Japón, 30% en Singapur, Chipre y Francia, 50% en Sudáfrica, por citar sólo unos ejemplos.

En Gran Bretaña 16 mujeres fueron asesinadas en el marco de violencias domésticas entre el 24 de marzo y el 12 de abril de 2020, en Canadá en los cuatro primeros meses de este año 10 mujeres fueron ultimadas por sus parejas o exparejas. En ambos casos los organismos de asistencia a las víctimas de violencia atribuyen esos crímenes a la crisis del covid-19.

Por si eso fuera poco, ONG Mujeres hace hincapié en el caso de las mujeres y jóvenes con discapacidad que a nivel mundial sufren dos veces más actos de violencia y 10 veces más agresiones sexuales por parte de los miembros de su familia o de sus parejas que las demás mujeres. Se sabe que su situación empeoró con la pandemia, pero resulta difícil evaluar por ahora la amplitud del problema ya que el confinamiento las ha apartado de las trabajadoras sociales que las visitan y las atienden.

En su informe Covid-19: Una amenaza para el progreso contra el matrimonio infantil, publicado el pasado 8 de abril, la Unicef, por su parte, lanza un grito de alarma:

“Es probable que 10 millones más de niñas contraigan matrimonio para finales de la década, lo que amenaza con revertir años de progreso en la disminución de esa práctica”, recalcan los autores del documento antes de recordar que, en los últimos 10 años, gracias a esfuerzos conjugados de varios actores –ONG, instancias internacionales y nacionales– se había reducido 15% el número de esos matrimonios, salvando a 25 millones de mujeres menores de edad.

Se trata, en la mayoría de los casos, de familias golpeadas por la inseguridad económica generada por la pandemia que se dicen obligadas a casar a sus hijas para aliviar su carga financiera, señala ONU Mujeres, la cual hace una lista de consecuencias dramáticas de esos matrimonios infantiles: abandono escolar, violencia doméstica casi sistemática, embarazos precoces que pueden generar mortalidad materna, aislamiento de las jóvenes y creciente precariedad de su salud mental.

Se calcula que actualmente hay alrededor de 650 millones de mujeres que se casaron cuando eran niñas. Casi la mitad de estos matrimonios se realizaron en Bangladesh, Brasil, Etiopía, India y Nigeria.

Mutilación genital

“El posible aumento de 2 millones de casos de mutilación genital femenina en África de aquí a 2030 que se podrían haber evitado es otra de las devastadoras repercusiones colaterales de los confinamientos”, alerta el Fondo de Población de las Naciones Unidas.

“Es una faceta más de la pandemia oculta”, insiste Phumzile Mlambo-Ngcuka, quien explica que en este caso también el covid-19 amenaza con interrumpir años de progresos.

En comparación con hace tres décadas, en 2019 –es decir, justo antes de la pandemia– las niñas tenían un tercio menos de posibilidades de sufrir esa mutilación, asegura la directora ejecutiva de ONU Mujeres.

“Las medidas de prevención del covid-19 han recluido a las niñas y a las jóvenes en sus casas apartándolas de las redes de protección, como los centros de salud y las escuelas. Muchas familias están percibiendo el confinamiento como un momento oportuno para llevar a cabo ese procedimiento en los hogares ya que se cuenta con tiempo suficiente para la curación y que se escapa de la intervención de mediadores externos. Y por si eso fuera poco, el desplome económico también está llevando a las ‘cortadoras’ a poner en marcha estrategias de subsistencia, como ir casa por casa para practicar la mutilación”, subraya Concha López, directora general de Plan International-España. La ONG con sede central en Gran Bretaña se dedica a la defensa de menores de edad víctimas de violencia y explotación.

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