Después del golpe emocional de la noticia de que la pandemia afectaba gravemente nuestras vidas y de estar conscientes y claros que el Sector Educativo no estaba preparado para enfrentarlo; los maestros y los padres de familia reaccionaron de manera inmediata a tan grave situación y una nueva estrategia salió de esas manos comprometidas con el aprendizaje de los niños.
La casa, tanto de maestros como de padres, empezaron a tener cambios físicos, algún rinconcito del hogar se convirtió en aula; los celulares, las computadoras portátiles, los teléfonos fijos empezaron a funcionar a su máxima capacidad. Después de meses de ausencia se decoraron paredes para dar la bienvenida a los niños en la continuidad de sus clases, los profesores se apropiaron y tomaron en serio esta nueva etapa en la que se incursionaba.
Fue fantástico y loable ver que los docentes que carecían de alguna habilidad o dominio de herramientas de la comunicación informática y digital, empezaron a prepararse y las adquirieron. Iniciaron en diagnosticar con qué contaba el alumno, surgió la cartilla escolar para los alumnos que se encontraban en zonas marginadas. El señor de la tiendita fue punto clave para llegar a estos estudiantes con videos, instrucciones escritas o para recepcionar los productos escolares.
La primera comunicación fue con los padres de familia, había que instruirlos debidamente; el profesor empezó a realizar dos acciones importantes: una con los padres y la otra con los alumnos. Pero además es importante mencionar que los tutores en el hogar no siempre fueron los padres, eran los abuelos, los tíos, los primos, los hermanos mayores. El vehículo para el logro de los aprendizajes fue este binomio conformado por docentes y padres, el motor fueron los niños y los jóvenes. En la siguiente reflexión hablaremos sobre la estrategia oficial.
